LA URGENCIA DE INCLUSIÓN FINANCIERA EN EL PERÚ.UNA DE LAS DEBILIDADES EVIDENCIADAS CON LA CRISIS DEL COVID 19

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Gabriela López

Gabriela López

Abogada por la Pontificia Universidad Católica del Perú, con estudios de Competencia y Regulación en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Asociada del Estudio Bullard Falla Ezcurra +, con más de 10 años de experiencia principalmente en el sector económico y Ambiental.

Dicen que las oportunidades para aprender en una crisis son enormes debido a que estas situaciones tienen esa capacidad para evidenciar las debilidades que tenemos y los aspectos que pueden ser mejorados. En esta crisis sanitaria se han destapado varios temas pendientes, tales como la deficiencia de nuestro sistema de salud, el limitado avance en la modernización educativa, la falta de inversión pública para el acceso a servicios básicos, entre otras agendas pendientes.

Uno de los aspectos que se ha evidenciado es el bajo nivel de inclusión financiera que tiene el Perú. Aspecto que debería llamar la atención considerando que, desde hace 8 años, el Estado Peruano ya había tomado la decisión de priorizar la inclusión financiera en la agenda nacional[1].

De hecho, en línea con este objetivo, en el 2014 se oficializó la conformación de la Comisión Multisectorial de Inclusión Financiera como un órgano que tuvo como principal encargo el diseño, la implementación y el seguimiento de la Estrategia Nacional de Inclusión Financiera (ENIF).

La ENIF fue aprobada en el 2015[2] y reemplazada en agosto del año pasado cuando se aprueba la Política Nacional de Inclusión Financiera (PNIF), la cual reconoce la existencia de una población con bajo nivel de acceso y uso de servicios financieros de calidad, lo que “limita el desarrollo económico y financiero del país, en detrimento del bienestar de la población”.

El Decreto Supremo, que crea el PNIF[3], dispone la elaboración del Plan Estratégico Multisectorial de dicha política, el cual según declaraciones de funcionarios del MEF realizadas en octubre del año pasado[4], se tendría listo para el primer trimestre del 2020. Sin embargo, llegó marzo y sucedió lo que todos ya conocemos.

Con la crisis, la necesidad de contar con un acercamiento de los ciudadanos a los servicios financieros ha sido evidente. Los resultados han sido: problemas para identificar a familias vulnerables para que reciban ayuda estatal o incluso privada, largas colas para acceder a los pagos del Estado incrementándose el riesgo de contagio, pequeños productores que no pueden vender sus productos, el uso del efectivo como medio de contagio.

Ninguna encuesta nos podría haber mostrado mejor cuán lejos todavía nos encontramos. Sin embargo, veamos algunas cifras. Al 2019, sólo el 41.3% de la población mayor a 18 años contaba con una cuenta en el sistema financiero, lo que revela que la mayor proporción de la población todavía no se encuentra incluida. Si bien, tal como se observa en el siguiente gráfico, cada vez más población tiene acceso, el crecimiento ha sido reducido. Así, según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), el acceso a los servicios financieros ha pasado de 33.1% a 41.3% entre el 2015 y el 2019.

Tal parece ser que esta crisis va a durar mucho más de lo que quisiéramos. Mientras más acceso y uso hayan de los servicios financieros, no sólo la economía se dinamizará más, sino que también las políticas públicas que se dicten para atender a poblaciones vulnerables serán más efectivas

Asimismo, si realizamos esta evaluación por nivel de pobreza, vemos que son los segmentos más vulnerables los que acceden menos a estos servicios, por lo que la gravedad del problema se incrementa. Así, la ENAHO muestra que para el 2019, sólo el 19.62% de hogares considerados en situación de pobreza extrema tienen acceso a servicios financieros[1]

 Las razones para estos resultados son diversas. La encuesta publicada en octubre del año pasado por la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban) en su V Informe de Inclusión Financiera[2], señala que una de las principales razones es el desconocimiento de estos productos y la desconfianza frente al sistema financiero.

Quiero creer que no sólo el gobierno se ha dado cuenta de la utilidad de un mayor uso de los servicios financieros, sino la población también. En ese sentido, la necesidad puede ser utilizada como un móvil para tomar mayor interés y prisa, tanto por parte de la agenda pública como por parte de los potenciales usuarios, para involucrarnos y acercarnos a la utilización de estos servicios.

Es evidente que el empuje gubernamental para lograr este objetivo es necesario. De hecho, consideramos que este era un camino ya empezado por el gobierno, pero como señalamos inicialmente, ese camino ya había empezado hace 8 años. En ese sentido, consideramos que las medidas deberían ser urgentes y las propuestas del Plan Estratégico Multisectorial de la Política Nacional de Inclusión Financiera, que se suponía se tendría para el primer trimestre de este año, deberían llegar lo más rápido posible.

Tal parece ser que esta crisis va a durar mucho más de lo que quisiéramos. Mientras más acceso y uso hayan de los servicios financieros, no sólo la economía se dinamizará más, sino que también las políticas públicas que se dicten para atender a poblaciones vulnerables serán más efectivas. Así las cosas, la inclusión financiera urge, incluso más que antes.

[1] Ver: https://www.sbs.gob.pe/Portals/4/jer/PUB-NOTA-POLITUCA/Nota%20-%20Estrategias%20Nacionales%20de%20Inclusi%C3%B3n%20Financiera.pdf

[1] Mediante Decreto Supremo N°191-2015-EF

[2] Decreto Supremo Nº255-2019-EF

[3] Ver: https://larepublica.pe/economia/2019/10/17/plan-de-inclusion-financiera-para-el-2020-mef-plan-de-competititvidad/

[4] Esta cifra proviene del análisis de la ENAHO para el año 2019. Considera a la población mayor a 18 años considerada en situación de pobreza extrema que tienen cuentas de ahorro, cuentas de débito a plazo, cuentas corrientes, tarjetas de débito y tarjetas de crédito.

[5] https://felaban.s3-us-west-2.amazonaws.com/publicaciones/archivo20191120203800PM.pdf

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